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Memoria del CUPREDER: los primeros años

Cuando empezó 1995, el gobierno del estado de Puebla hizo un movimiento importante como resultado de la experiencia del diciembre anterior cuando se dio la primera gran erupción del Popocatépetl en años. El gobernador Manuel Bartlett le propuso al rector de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla (BUAP) que creara un centro de investigación para atender en particular “el tema del volcán”.  

 

El equipo del CUPREDER en pleno

La Sierra Nevada ,un medio ambiente que los integrantes del CUPREDER han investigado durante un cuarto de siglo / Imagen: CUPREDER

 

Este “tema” estaba constituido por la difícil experiencia que había sido la evacuación, y por voces universitarias que, en los días de esa emergencia, sobre todo, pero también antes, habían señalado que estaba desatendido el asunto, es decir la posibilidad, de que el volcán Popocatépetl realmente pudiera hacer erupción, y lo que eso significaría para las comunidades que ahí viven y para el estado de Puebla en general. El grupo de universitarios que en diciembre de 1994 habían atestiguado la caótica evacuación conocía al volcán y a varias de las comunidades desde tiempo antes. Aurelio Fernández:

 

En 1986 llevé un grupo de alfabetización en los pueblos de San Buenaventura Nealtican y San Mateo Ozolco. Ahí mis alumnos descubrieron con sus alumnos [campesinos] que hacían ceremonias al volcán, que se le decía Gregorio y a la volcana Rosita o María Luisa. Luego tuve una alumna, que después se volvió una entrañable amiga, que se llama Estefanía, ella nos enseñó la palabra quiaclaxque, su abuelo fue tiempero. Entendimos que el tiempero es una función social de la comunidad para tratar de influir sobre la actividad meteorológica, tiene que ver con sus cultivos y con su producto.

 

Aurelio Fernández, además de ser universitario de la BUAP, hace parte del equipo de fundadores del entonces semanario La Jornada de Oriente. El esfuerzo por convencer a Carlos Payán, director del diario, para que diera una oportunidad a este equipo para dar a luz a la primera publicación regional de este periódico nacional tuvo una primera prueba periodística en el reportaje que dieron a luz para una separata de La Jornada nacional que se llamó Los volcanes y los hombres. En este trabajo periodístico aparecieron las primeras indagaciones antropológicas de Julio Glockner:  

 

Aurelio Fernández y Julio Glockner

Aurelio Fernández y Julio Glockner: una fructifera colaboración / Imagen: CUPREDER

 

Yo estaba trabajando […] la piratería en el Caribe, cuando Aurelio Fernández y Alejandro Rivera, otro universitario, con estudios de física de la Tierra, me invitaron en mayo de 1989 a una de las ceremonias en El Ombligo. Al participar en esa ceremonia, tres cosas me impactaron mucho: la naturaleza misma, el lugar, la experiencia de caminar la montaña, el bosque, la nieve. A mí, que hasta ese entonces era una gente de ciudad, me impactó mucho. Y luego la ternura de la gente, un término apropiado para hablar de la conmoción que causa ver a la gente humilde, muy pobre, que entrega lo muy poquito que tiene, cuando son gastos para ellos importantes. La fe y el fervor eran conmovedores. Y todo esto va todavía más allá cuando me doy cuenta de que el eje que le da sentido a toda esta ritualidad son los sueños, que todo eso viene de una experiencia onírica que se nutre desde luego de la vida campesina, pero que el secreto está en lo que sueña el tiempero durante las noches, es lo que da una orientación y lógica a todo lo demás.

[…] Entonces fue una experiencia fascinante. Y dejé el trabajo de la piratería y me metí a fondo, hablando con la gente, pero fundamentalmente con don Antonio [Analco], era el personaje central porque él era el que soñaba.

 

Como dice Glockner, a partir de ese momento quedó subyugado con el tema de los trabajadores del temporal en la Sierra Nevada. A su vez, Aurelio Fernández, Alejandro Rivera, Julio Glockner y otros consumaron el primer trabajo periodístico de la época reciente que dio a conocer las prácticas de uno de los tiemperos del Popocatépetl. El velo sobre Xalitzintla se empezó a correr.

 

El volcán, la emergencia y la BUAP

 

El asunto del volcán y su posible reactivación fue una línea editorial que adoptó el semanario regional que en 1997 se convertiría en el periódico La Jornada de Oriente, según es posible constatar en el archivo del año 1994. Aurelio Fernández, al mismo tiempo director de la publicación y trabajador de BUAP, animó a Alejandro Rivera, físico, a que escribiera cotidianamente sobre el volcán en una columna de opinión, en la que empezaron a ser debatidas las medidas que ya tomaban CENAPRED y SEPROCI, la secretaría de protección civil de Puebla. Al mismo tiempo,

 

 

Logo CUPREDER

 

[…]  cuando ya era muy evidente que el peligro volcánico era más que una amenaza, fui a hablar con el rector Doger y con el vicerrector Doger, antes de diciembre de 1994. Recuerdo que Alejandro Rivera argumentaba una cosa siempre, en esta lógica de los duros. Él decía: “los caminos son malos y estrechos y no pueden dar vuelta en U los camiones”. Pero ya teníamos la tesis de la participación social como algo sustancial, y recuerdo que le propuse a Enrique Doger: la Universidad puede intervenir, deberíamos sacar brigadistas, capacitarlos que vayan a las comunidades y que avisen de cuáles son los peligros, y que la gente sepa qué tiene que hacer, que se les informe, la única institución capaz de llevar a cabo esa tarea es la Universidad.

 

Llegó diciembre 21 de 1994. En la madrugada, la erupción comenzó y caía ceniza sobre la ciudad de Puebla. 

 

[…]  Entonces recibo una llamada como a las 4 o 5 de la mañana y es Sergio Mastretta, y me dice: está haciendo erupción el volcán, asómate a ver, está cayendo ceniza. Me acuerdo muy bien que salimos mi hijo y yo con una linterna que teníamos, y con la linterna se veía cómo iba cayendo la ceniza como caspa. Carajo, está cayendo esto, ¿estás seguro? Sí, seguro, pero ya le hablé a Alejandro Rivera y me dijo que era un accidente industrial. Le dije: yo le hablo, y le hablé y le dije no, mano, vámonos, agarré la pic up de mi mujer, fui por Abraham Paredes, y nos fuimos los tres con un celular de La Jornada, esos ladrillotes, nos trepamos. Inmediatamente, Alejandro dijo que la exclusiva era de La Radiante, y yo le dije que esto era muy importante, que la exclusiva no la tenía nadie. Entonces yo le hablé a Montero Ponce, que también había tenido pachanga y estaba borracho, no me creía. Luego nos habló Javier López Díaz y Carmen Aristegui, que ya era mi amiga y estaba sustituyendo en ese momento a Ferriz

Entonces empezamos a hacer transmisiones con todo mundo, con el celular de La Jornada. Logramos subir a Tlamacas, no había nadie, llegamos como a las 7 de la mañana y Abraham tomó la primera foto del volcán en erupción que se publicó. Allá arriba nos encontramos a Claus Siebe, al cual Alejandro conocía y entonces empezamos a conversar, a él lo llevó un helicóptero de Radio Red. Luego llegó Ana Lilian Martin, estábamos los cuatro, y empecé a administrar a Alejandro, hacían cola los medios. Los otros vulcanólogos eran del estilo de no declarar, se fueron por ahí, declararon una vez y no tenían promoción ni quién los administrara. 

A eso de medio día, Ana Lilian dice: aquí estamos en peligro, ¿verdad Claus? Sí, vámonos; a Claus se le murieron algunos compañeros en el volcán Galeras.

Entonces dijeron vamos a dar la orden de cerrar Tlamacas y así se hizo, ya habían llegado policías de acá y de allá y el Ejército. Entre el día 24 y el 1 hicimos muchas cosas allá. Yo armé con Josetxo Zaldúa que era enviado de La Jornada nacional un recorrido por Amecameca, se podía pasar por Paso de Cortés. Yo dispuse una cobertura amplísima, […] en el sentido más social del asunto.

Al día siguiente ordenaron la evacuación y los sacaron a todos. Nadie sabía en dónde estaban los amigos en los albergues, era un relajo todo eso. Los caminos estaban pésimos, la gente no aceptaba el peligro, se había desarrollado ya intensamente una negativa del peligro y por lo tanto una negativa de la prevención: el volcán no va a hacer nada, si hace no nos va a hacer nada, todo esto se trata de quitarnos las tierras. 

 

Julio Glockner lo vio así:

 

Erupción de Don Goyo

Don Goyo, la presencia permanente / Imagen: CUPREDER

 

[…] Al ir a buscar a don Antonio yo no pude llegar al pueblo, a mí me detuvieron en el camino, me regresé a Cholula, ahí fue donde la gente que estaba parando el tráfico […] me dijo dónde estaba el albergue, la escuela de Cholula, ahí fui a encontrar a doña Inés, a los de San Nicolás, don Antonio no había llegado porque él estaba en México, él llegó al albergue a los dos días, y estaba molesto por lo que había pasado, cómo es posible que estén haciendo todo esto, sacando a la gente, si yo no he tenido ningún aviso, estaba molesto sobre todo con su familia que debió haber esperado a él, pero aquí el asunto fue que la movilización… no se sabía qué pensar, no se sabía qué podía pasar, era la primera vez que ocurría esto. 

 

Durante esos días, desde el semanario (y los medios de comunicación en general) se dio testimonio de la evacuación y las dificultades y contradicciones con el gobierno y el Seproci. Una agenda respecto al volcán y al asunto de la erupción fue configurándose, y es de destacar el papel que consolidaron este núcleo de trabajo, con recursos por desplegar siendo universitarios y comunicadores.

 

La fundación del CUPREDER

 

Son recursos que conjugados empezaron a marcar la pauta de lo que sería después el CUPREDER. En febrero siguiente se consumó la conformación del Centro Universitario para la Prevención de Desastres Regionales dentro de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla. Eran sólo tres personas: un director, Rigoberto Benítez Trujillo, Alejandro Rivera, que tenía estudios de física y se había revelado como un gran divulgador, y Aurelio Fernández. Éste repasa las motivaciones del gobernador y las evalúa:

 

Recorrido del CUPREDER en las poblaciones vecinas del Popocatépetl ante una posible erupción volcánica / Video: cortesía de Puebla on Line

 

[Manuel] Bartlett siempre pregonó la soberanía del estado de Puebla. Había un conflicto latente, creciente, con [Carlos] Salinas primero y luego con Zedillo. Un montón de políticas estaban significando un choque con Salinas y después sobre todo ya con Zedillo. En 94, ya con [Ernesto] Zedillo, seguía un choque, acuérdate de que a Bartlett lo desplazan de la SEP para poner a Zedillo para que sea candidato a la presidencia. Pero era muy evidente, así que él dijo varias veces: yo voy a controlar desde acá la situación.

Además, él veía que el manejo que le daba Zedillo era recargándose mucho en el Ejército, y Bartlett, [secretario de Gobernación] cuando surgió el Sinaproc, por eso le puso civil, porque sabía con toda precisión que ceder al Ejército en esos terrenos era muy peligroso, que había que hacer una fuerza civil, además él venía de la experiencia del 85 cuando el Ejército fracasó, él en corto lo decía. Dijo al rector José Doger: quiero hacer un centro de verdad, pero autónomo, así como debería ser Cenapred, no dependiente de la Segob, porque ahí se pervierte todo, eso nos lo dijo él mismo. 

 

Entonces el CUPREDER es creado para ser, como institución de investigación, contrapeso del CENAPRED. Este último, mientras tanto, recibía financiamiento para crecer su red de monitoreo en el volcán Popocatépetl. “No hay duda de que la ampliación de los monitoreos también incrementó los controles del CENAPRED sobre la ‘verdad’ de los síntomas del volcán” (Macías, 2005:40).

Esta es una respuesta tecnocrática típica, que se explica por la concepción de que el control (o medición, en este caso) de la amenaza, es lo más importante que hay que hacer; lo afirmo porque no hubo, en este centro nacional, ningún intento por evaluar siquiera el fenómeno social que ocurrió en la evacuación.

 

Yo tengo para mí que no se le daba al CUPREDER más de un año de vida; tomando en cuenta este rejuego político –un centro creado a golpe de voluntad de un gobernador, respaldado por la BUAP, pero sin recursos sus fundadores tenían por delante un reto formidable. No hubiera sido posible avanzar si en ellos no existieran ya ciertas claridades respecto al fenómeno que tenían enfrente y al trabajo por hacer: sea lo que sea que se hiciera en el volcán, tenía que hacerse a la escala comunitaria, tomando en cuenta las características que se conocían de los pueblos en cuestión; la operación de la evacuación, al ignorar estas particularidades, había sido terriblemente agresiva; no importaba que en el CUPREDER no hubiera vulcanólogos como en el CENAPRED, porque conocer la amenaza bien podía seguir siendo tarea de este centro nacional –en virtud de las dificultades técnicas que ofrece–, y se podía buscar una combinación de esfuerzos y un ejercicio crítico desde otras disciplinas.

 

Bien pronto se vio que quedó inaugurada, con la constitución del CUPREDER, lo que Jesús Manuel Macías (1995) ha llamado “la disputa por el riesgo en el volcán Popocatépetl”, con este organismo de la BUAP como actor consciente del rejuego político en el que quedó suscrito desde sus inicios la política estatal y federal de protección civil, pero no por ello a merced del mismo rejuego, sino más bien intentando desde un principio construir su propia agenda de trabajo, allegarse de recursos y discursos para constituirse como actor válido en este escenario. Otra vez Aurelio Fernández:

 

José Manuel Macías 20 aniversario CUPREDER

José Manuel Macías en el 20 aniversario del CUPREDER (9 de febrero del 2015, Paraninfo BUAP) / Imagen: CUPREDER

 

Nosotros teníamos que formar el centro y diseñarlo, y pedimos una cita en CENAPRED, nos dio una cita Roberto Meli [director del Cenapred], y fuimos los tres, Rigo, Alejandro y yo. Meli, con cierto desdén, nos dijo: están como más orientados al asunto social. Lo que no quería era que nos metiéramos en la parte técnica, de monitoreo; estaba ahí Gerardo Suárez dirigiendo un cuerpo muy interesante de investigadores, y ya por ese entonces Alejandro le empezaba a caer gordo al CENAPRED porque ya declaraba [a los medios].

Meli nos mandó, con interés de que no nos metiéramos en lo que ellos hacían, al CIESAS, a ver a [la directora] Teresa Rojas, y ella nos remitió con Jesús Manuel Macías. Diseñamos el nombre, que es una adaptación del nombre del CENAPRED, le pusimos el nombre de regionales para evitar competencias con ellos. Yo ahorita le pondría centro de investigaciones sobre el territorio. Con Jesús M. Macías y el CIESAS convenimos en que nos dieran un seminario para saber de qué se trataba el rollo desde su punto de vista.

Desde entonces nos prendimos con ellos y esa fue la orientación. Nunca quisimos dejar el análisis […] de los datos duros [de las geociencias], nosotros no somos cien por ciento CIESAS, nosotros nunca quisimos reducirnos a la visión social y mucho menos a la otra, aunque compartimos la tesis de que lo desastres no son naturales; el Centro lo quisimos hacer multidisciplinario, con orgullo lo digo.

 

Al mismo tiempo que el CUPREDER empezaba a construirse como centro de investigación, desplegaba una gran actividad en las comunidades de la zona del volcán. Había dos grandes ejes: la divulgación de la información disponible respecto a la amenaza eruptiva y el riesgo que constituía, y el reconocimiento de las comunidades que estaban en la situación de vulnerabilidad por localización, para tener más claro el escenario de riesgo.

La divulgación atendía, por un lado, a la demanda de los medios de comunicación, quienes estaban ávidos y necesitados de capacitación en la jerga vulcanológica, y también en cuanto a quiénes eran y en dónde estaban las comunidades en cuestión.  Para ello, en marzo de 1995 se hizo un seminario-taller, dirigido a periodistas, sobre cómo comunicar en situación de riesgo.

 

Los llevamos algunas comunidades y al cono volcánico, les explicamos y entregamos información acerca de los tipos de actividad eruptiva que caracterizan al Popo, y discutimos con ellos acerca del papel de los medios en el momento de las emergencias. Más adelante, lanzamos sendas campañas de divulgación, en radio, sobre todo, la primera se tituló “Aprendamos a vivir con el volcán”, que consistía en una serie de cápsulas con datos y recomendaciones relevantes para el caso de una emergencia en el Popo.118 En las cápsulas se insistía en la necesidad de estar organizados para enfrentar otra probable emergencia. Todo este trabajo lo hacíamos a contrapelo del SEPROCI, cuyo titular, Guillermo Melgarejo, tenía hacia el CUPREDER una actitud de ignorancia deliberada sin atreverse a descalificar nuestro trabajo, ya que estaba respaldado por el gobernador. “Bartlett dio la orden de que nosotros diseñáramos e hiciéramos las cosas” (Fernández, 2007). Aún no nos metíamos demasiado en su coto: la planificación de la emergencia, pero no tardaríamos.

 

 

Primera etapa del trabajo en comunidades

 

 

El otro eje de trabajo del CUPREDER estaba dirigido a las comunidades. Nadie se engañaba: las campañas a través de los medios de comunicación de masas eran insuficientes, había que ir a los pueblos, a cada uno. La convicción que movía este trabajo era clara: la gente en la zona tenía derecho a estar informada acerca de lo que el volcán podía hacer; tenía también derecho a no volver a padecer una evacuación como la que sufrió en diciembre de 1994.

 

 

El Dr. Antonio Cruz López (qepd), Aurelio Fernández y Ramón Peña (qepd) Plan de Preparativos para la Emergencia del volcán Popocatépetl.

El Dr. Antonio Cruz López (qepd), Aurelio Fernández y Ramón Peña (qepd). poniendo las bases del Plan de Preparativos para la Emergencia del volcán Popocatépetl. / Imagen: CUPREDER

 

El respeto a esos derechos, se pensaba, podía conseguirse “empoderándolos” con la información, es decir, dándoles los elementos para que pudieran decidir cómo organizarse y ponerse a salvo si veían que su vida corría peligro. Como el CUPREDER conocía ya de la dimensión simbólica que tenía el Popocatépetl, y no la descalificaba, por el contrario, lo ensalzaba como un valor hacia dentro y hacia fuera de las comunidades, en consecuencia, criticaba el desdén con que el SEPROCI se refería a los campesinos ignorantes que creían que el volcán se hacía hombre, y la indiferencia de los vulcanólogos del CENAPRED al respecto. 

 

Ese mismo 1995 los del CUPREDER (éramos seis) nos desplazamos a todas las comunidades de la falda poblana del Popo. Como saltimbanquis íbamos de comunidad en comunidad, con un mapa enorme del volcán, compuesto a mano uniendo las cartas topográficas correspondientes, y con un video del IAVCEI121, material de divulgación de los peligros que representa un volcán activo. Nos sentábamos en las plazas, las escuelas, los atrios de los templos católicos. 

Para entrar a las comunidades, aparte de acudir por nuestra cuenta a presentarnos con las autoridades locales para hablar con ellos, con ejidatarios, comuneros, iglesias, etc., diseñamos una estrategia, ya que contábamos con el respaldo del Ejecutivo estatal, con la Secretaría de Educación poblana convenimos un trabajo coordinado con las direcciones de las escuelas de nivel básico y medio, para hacer sesiones con los alumnos, padres de familia y población en general, sesiones cuyo contenido eran: los peligros del Popo y qué hacer en caso de otra explosión en el volcán. Para la SEP elaboramos un manual específicamente para uso de sus maestros, que serían promotores de la organización comunitaria para el caso de otra evacuación124.

 En cada comunidad nos recibían bien, con curiosidad, porque como quiera la información que llevábamos les despertaba interés y temor al mismo tiempo; sin embargo, el diálogo era posible, y así nos pudimos enterar de todos los rumores con respecto a la erupción y a las razones reales de la evacuación que recorrían las comunidades y que configuraban lo que llamé el imaginario popular (López, 2001). Nos contaron muchas anécdotas de lo que pasaron en los albergues; en otros pueblos las historias versaban en torno a cómo nadie les había pedido o indicado evacuar, y cómo varios pueblos, sobre todo del sur, decidieron irse por su cuenta siguiendo las rutas de la peregrinación a Chalma y a la Villa. Sobresalió inmediatamente una respuesta de negación de la amenaza o bien de resignación a la misma, con rasgos particulares en cada comunidad.

 

De estos primeros e indispensables recorridos salió la idea de tener una red de observadores del volcán formada por vecinos de cada comunidad. En esos días en que el Popo estaba tan activo, desde el CUPREDER  se podían tener reportes de cómo se veía en cada pueblo el volcán, qué estaba haciendo, si echando fumarola o ceniza, o haciendo ruido. Desde el centro se estaba pendientes de los boletines del CENAPRED, pero más de una vez se anticipaba con la información que proporcionaban los de esta red, a la cual se le hablaba  si se veía desde Puebla algo “raro”, aunque ellos también les hablaban si podían. Así se hacían boletines que luego se enviaban a los medios. Esta red funcionó por lo menos hasta 1998. Se les  llamaba los corresponsales del volcán.

El primer año del CUPREDER avanzó. Se veía necesario sistematizar el trabajo en las comunidades, teniendo como telón de fondo que el Popo seguía manifestando mucha actividad. Así que el centro se propuso hacer encuestas para constatar la prevalencia de los rumores sobre el volcán y, al mismo tiempo, obtener otra clase de información de las comunidades, porque ya se estaba apuntando una intervención como Centro, en la corrección de la planificación para la emergencia.

 

Pobladores evacuados de sus comunidades en el volcán Popocatépetl 1994

Pobladores evacuados de sus comunidades en el volcán Popocatépetl. Diciembre de 1994. Fotos cortesía de La Jornada de Oriente./ Imagen: cortesía de La Jornada de Oriente

 

Entonces se querían conseguir, por ejemplo, datos concretos sobre número y disponibilidad de vehículos propios para desplazarse fuera, sin esperar a que les mandaran camiones de Puebla; quería saber  el centro exactamente cuántas personas vivían en cada comunidad y su composición demográfica; cómo estaba organizada por barrios o colonias; si era bilingüe o no; en qué temporadas del año podía ser más difícil una evacuación y por qué; qué caminos habían usado en diciembre de 1994 para salir y valorar su estado y si podían funcionar como rutas de evacuación nuevas o no.

Para poder hacer este trabajo, se convocó a estudiantes de licenciatura de la BUAP a que hicieran trabajo voluntario y de servicio social en el Popocatépetl: se les propuso capacitarse para llevar la información que teníamos acerca del volcán, responder dudas, escuchar y recoger inquietudes, y, a su vez,  aplicar un estudio censal para obtener la información que queríamos. 

 

[…]  Yo nunca creí que fuera conveniente usar demasiadas intermediaciones para llegar a la gente, a los pobladores. Teníamos un problema de una emergencia enorme y no teníamos idea nadie de cuál era el virtual desenvolvimiento [de la actividad volcánica]. Teníamos que actuar rápidamente y llegando a quienes teníamos que llegar. Usamos medios de comunicación, luego comprendimos que no tenían el mismo efecto, era más impactante en las poblaciones urbanas y no en las comunidades rurales.

El trabajo que hicimos abajo fueron las pláticas en ‘95, trabajábamos con los profesores, y ya estábamos haciendo intermediación, convocábamos a la gente, pero no iba mucha, los padres de familia que eran citados. Luego empezamos con la estrategia de los talleres [en 1996], donde sacamos a un montonal de chavos [universitarios] a los pueblos. Formamos una generación de gente interesada en esos temas. Y después diseñamos el trabajo de los censos, que era un trabajo que le iba a dar a la gente en su casa un instrumento para saber lo que no sabían, por dónde salir y a dónde llegar.

 

El recuento censal que se empezó, junto al INEGI,  en unos cuantos pueblos, Xalitzintla incluido, resultó útil e interesante para las poblaciones, porque normalmente no tienen acceso a esos datos, y en el centro se les entregó. Al mismo tiempo, este esfuerzo fue la base para la siguiente etapa de movilización en las comunidades, masiva, que empezó a mediados de 1996, y tuvo como estrategia de trabajo la campaña de información llamada Por si acaso.

 

Tenga su mica…por si acaso

 

Con 800 muchachos y muchachas, universitarios de la BUAP en gran parte, el CUPREDER movilizó a más de setenta comunidades de la zona de riesgo alto y moderado durante la segunda mitad de 1996. Fue una movilización que tenía como fin hacer un estudio censal y llevar información útil en el caso de una emergencia. El nombre de la campaña surgió de una plática de Aurelio Fernández con don Antonio, en la que el tiempero sostenía que él sería avisado por don Gregorio si algo pasaba –que no pasaría. Entonces, en un momento de inspiración, Aurelio le dijo:

 

“Bueno a usted le avisan, y ¿qué va a hacer usted cuando eso pase, ¿qué va a hacer usted cuando venga la erupción?” “Yo voy a avisarle a todos, a nuestros amigos, a usted”. “¿Y después qué?” “No sé.” “Bueno, entonces justamente eso en donde nosotros le echamos la mano, [decirle] por dónde salir, por si acaso.”

Don Antonio quedó conforme; ahí me cayó un veinte de cómo lograr un acuerdo básico de coordinación para que una posible evacuación fuera más ágil y con mejores posibilidades de éxito. El veinte que me cayó consistió en comprender que, a fin de cuentas, durante una recomendación de evacuación la gente saldrá si quiere y siente que es necesario, pero que lo que importa es que las condiciones para que su evacuación fuera buena, exitosa, dependían de organizar el trabajo de las instituciones de gobierno estatal (SEP, Comunicaciones y Transportes, Sector Salud, DIF, etcétera) como contraparte de las autoridades y organizaciones locales por iglesia, barrio, comunidad, ejido, etc. 

Entonces, de lo que se trataba no era de discutir hasta el infinito quién sabe más acerca del volcán, si el geólogo o el tiempero, lo que sin remedio conduce a la descalificación mutua, sino de abrir una posibilidad de colaboración conjunta por si algo pasara, por si se llega a necesitar, Por si acaso.

 

Para ese momento, en el CUPREDER llevabamuy avanzado un trabajo de campo, junto la Facultad de Ingeniería de la BUAP y la Secretaría de Comunicaciones, para identificar nuevas rutas de evacuación que sustituyeran las dos que se habían usado en 1994. También, junto con Arquitectura de la BUAP y la SEP, recorrió y evaluó sitios para ser usados como refugios temporales, lo que puso en evidencia la simulación que había sido en diciembre de 1994: había edificios que estaban ubicados como albergues que no podían acoger ni la tercera parte de las personas que se supone se podrían haber quedado ahí según prevención civil.

El resultado de ambos aspectos del trabajo inmediatamente anterior a la campaña Por si acaso es que se consiguió, junto a la Universidad y a las dependencias de gobierno, identificar diez rutas de evacuación y el número suficiente de albergues para recibir a cada comunidad que decidiera evacuar, en condiciones adecuadas de espacio.

Con esta información, el CUPREDER ideó y elaboró junto con la SEP unas micas, semejantes a las azules que suelen usarse para guardar documentos; estos sobres plásticos tenían impreso, en el anverso, un mapa en perspectiva de cada una de las diez rutas de evacuación, con las comunidades representadas, y el sitio de destino. En el reverso, estaba escrita una descripción muy sencilla de los peligros eruptivos.

 

Mica del programa Por si acaso

Cristina Gil, brigadista del programa Por si acaso y secretaria del CUPREDER, con una de las micas usadas en 1997 / Imagen: CUPREDER

 

La idea de la mica, que se le ocurrió a Aurelio Fernández, no fue arbitraria; se quería dejar nueva información en un material, en una plataforma, pues, que quisieran conservar, como la bolsa que a la señora le regala el dueño de una pollería el fin de año. Una de las instrucciones clásicas de la protección civil familiar, y que  el CUPREDER reprodujo porque parecía útil, es que había que tener preparados los papeles importantes, listos para llevar en caso de evacuación. Por eso la idea de la mica resultaba adecuada.  

Entonces, en la batida que implicó la campaña Por si acaso, cada joven universitario tocaba casa por casa, se presentaba, explicaba a qué iba, iniciaba una breve conversación con quien lo hubiera recibido, aplicaba la batería de preguntas del estudio censal, y finalizaba entregando la mica, examinándola con la persona o personas y contestando alguna pregunta más o comentando alguna cosa.

Al final de la jornada se reunían los brigadistas por áreas geográficas para evaluar muy rápidamente, examinar los formatos, comentar con los muchachos y preparar la siguiente salida. De esta manera se desplazaron los grupos durante todos los fines de semana de los tres meses finales de 1996, y de enero de 1997, como una continuación del trabajo de brigadeo que ya se había hecho antes. Se entregaron 23 mil micas en cada casa de setenta y dos comunidades.

Con todos estos trabajos, el CUPREDER se enfiló a contribuir al diseño de un nuevo plan de emergencia en el volcán Popocatépetl, bajo la coordinación de Jesús Manuel Macías, del CIESAS. El espacio de acción que ocupaba nuestro centro dejaba al margen a las autoridades del SEPROCI, por mérito propio. El Centro Universitario para la Prevención de Desastres Regionales era interlocutor crítico del gobierno del estado, pero al tiempo constructivo, en el sentido literal de la palabra.

El SEPROCI, sin embargo, aguantó muy bien los vaivenes, seguía teniendo su lugar en el organigrama estatal de la protección civil, el director era misteriosamente inamovible a pesar de su inutilidad, y quedaba la duda de quién iba a administrar la estructura operativa que estábamos ayudando a construir. En el siguiente alertamiento para una evacuación, ¿SEPROCI tomaría las decisiones? No podía ser de otra manera, ateniéndonos a lo previsto por el organigrama del SINAPROC. ¿Querría respetar los acuerdos nuevos que surgieran con las comunidades, o se entregaría a los brazos del ejército para el manejo de los albergues, por poner un ejemplo?

 

Un empujón y un plan operativo

 

Mientras se estaba  haciendo el trabajo de campo previo a la campaña Por si acaso, en el año de 1996, la dirección del CUPREDER propuso al gobierno del estado dar mayor certidumbre a la estructura de operación que se estaba construyendo conjuntamente; la propuesta fue, directamente, renovar la dirección de SEPROCI:

 

El CUPREDER desde siempre tuvo claro que estaba llevando a cabo una serie de tareas que deberían estar hechas por el gobierno del estado. Insistimos, sin dejar sin embargo de hacerlas, en la necesidad de reestructurar el SEPROCI. Para no cambiar al titular, el gobierno del Estado tomó la decisión de crear una estructura superpuesta que atendiera específicamente la problemática del volcán y que fuera impulsada por el CUPREDER

 

Sin embargo, la propuesta que se hizo fue la de un funcionario del gobierno del estado [Ramón Peña] con experiencia en trabajo comunitario, sociólogo, que pareció tener [un perfil] adecuado. Luego él reforzó su equipo con brigadistas del propio centro. Ellos trabajaron estrechamente con el CUPREDER hasta la fase que llamamos el Empujón al Por si acaso.  

Ramón Peña (QEPD), sociólogo formado en la Universidad Autónoma Metropolitana, con experiencia en dentro del gobierno en la organización de campesinos y en la instrumentación de proyectos productivos en zonas rurales, en la Sierra Norte de Puebla y en Hidalgo. En ese año de 1996 estaba recién desempleado; compañeros del área de Servicio Social de la BUAP y de la Universidad Iberoamericana de Puebla que lo conocían y también el trabajo del CUPREDER, le recomendaron a Fernández que podía ser el hombre adecuado para encabezar la instancia que el gobierno del estado quería crear. 

 

Carretera al Popo

Carretera al Popo: rutas de escape en caso de peligro / Imagen: CUPREDER

 

Entre que Ramón Peña recién estaba llegado a un puesto de reciente creación, y que el CUPREDER preparaba una suerte de transición para entregar un nuevo Plan de Preparativos para la Emergencia del volcán Popocatépetl, el centro siguió al frente de las tareas de prevención, siempre enfocadas a mejorar el manejo de la emergencia. En el inicio de 1997 arrancó un segundo momento de la campaña Por si acaso, que se llamó Empujón al Por si acaso.

Nuevamente con brigadas de estudiantes, programamos sesiones de trabajo en cada comunidad, con actores, autoridades formales y no formales, para afianzar la información acerca de las nuevas rutas de evacuación y la situación de sus albergues o refugios temporales.

Hubo una capacitación especial para estas brigadas, menos numerosas pero compuestas de muchachos que estaban comprometidos, la mayoría, a hacer de esta su práctica de servicio social, así que le dedicaron meses a este trabajo comunitario. Entre sus actividades estaba hacer “pintas” de la ruta de evacuación correspondiente en las bardas que la comunidad prestara y de preferencia con la participación de vecinos. Que se sepa, ninguna de estas bardas fue borrada en varios años.

 

Albergues para evacuados del Popocatépetl

Información e interacción en los albergues provisionales para los evacuados del Popocatépetl / Imagen: cortesía de La Jornada de Oriente

 

Otra actividad era hacer el recorrido desde la comunidad siguiendo la ruta de evacuación hasta el sitio donde estaría su refugio temporal (la escuela, el auditorio), con los actores locales que quisieran y sobre todo con las autoridades formales. Se trataba de que la comunidad se familiarizara con este recorrido, al mismo tiempo se buscaba que los vecinos de la comunidad reconocieran que esa nueva ruta había sido sugerida por ellos mismos (lo cual era un hecho); el ejercicio daba también la oportunidad de que imaginaran cómo podría ser salir por su cuenta, y cómo podrían ocupar el sitio de refugio, qué sería bueno llevar de comer o para preparar comida allá, cómo podrían acomodarse hombres y mujeres, por familias.

La gente tenía desde luego muchas dudas acerca de si de veras funcionaría esta organización, si en verdad habría quién abriera el refugio si se llegara a necesitar, pero, por otro lado, era un ejercicio que permitía aterrizar algunas de sus incertidumbres, por ejemplo, con respecto a las rutas de evacuación. Todo esto, siempre bajo el esquema de “por si se llega a ofrecer, por si acaso.”

Toda la experiencia obtenida en este trabajo comunitario hecho en dos años se recuperó en el CUPREDER para el nuevo Plan de Preparativos para la Emergencia del volcán Popocatépetl (PPEVP). No es aquí el lugar para desarrollar todo el esquema del plan, sólo voy a señalar algunos rasgos característicos y pertinentes para este trabajo:

 

Rueda de prensa en la sede del CUPREDER

Conferencia de prensa en la sede del CUPREDER / Imagen: CUPREDER
 
  1. A diferencia de otros planes de emergencia, relacionados con el volcán o con cualquier otro fenómeno, el PPEVP partía de la consideración de que la unidad de organización es la comunidad, cada una de las comunidades de la zona del Popo que se consideraba de peligro por erupción. Cada comunidad podría participar en la planificación del manejo local de la emergencia en los aspectos de rescate de bienes, difusión de la alerta, evacuación y administración de los albergues, empleando para ello sus redes de organización social ya existentes, y sin necesidad de crear estructuras artificiales tales como unidades de protección civil.
  2. Como se ha demostrado en la experiencia de emergencias en el país, la población que resulta afectada es la primera que se moviliza para ponerse a salvo, si hace falta, y desarrolla estrategias que resultan más efectivas que otras impuestas. Cualquier planificación para el manejo de emergencias debe contar con esto, y no ir en su contra tratando a la gente “damnificable” como el enemigo (Macías, 2005).

 

Por supuesto, había aspectos del PPEVP que atañían a la coordinación de secretarías del estado, grupos de trabajo para canalizar la participación de la sociedad civil (universidades, ONG, voluntarios), de los medios de comunicación de masas. Entre estos grupos estaba incorporado el Ejército, pero no en un papel directivo, sino de apoyo. Es decir, el Plan reconocía la realidad de las estructuras federal y estatal de protección civil y la necesidad de lidiar con ellas, pero preservaba como su eje el reconocimiento de la organización comunitaria y advertía que el SEPROCI y la dirección del Plan Operativo debía contar con esa organización y respetar sus características por comunidad.

 

 

Reflexiones sobre las primeras intervenciones del CUPREDER

 

 

Este texto quiso revisar el trabajo que se hizo durante varios años en la zona del volcán, Santiago Xalitzintla, espacio fundamental para el aprendizaje y la interación con las comunidades,  un factor que nos constituyó en actor aliado de estas mismas comunidades como se ha probado en otros compromisos de información y denuncia, como el Proyecto Integral Morelos, o en la ayuda para la reconstrución de casas dañas en la comunidad Cuatomatitla. Estos, y muchos otros proyectos, de análisis sobre territorio, planificación y análisis de riesgo, no hubieran inicado sin esta primera experienca de prevención y acompañamiento ante la emergencia volcánica del Popocatépetl.

Tales esfuerzos de acompañamiento a una comunidad como Xalitzintla descansaron en un interés muy básico compartido: el volcán Popocatépetl estaba activo y eso generaba incertidumbre en todos los actores. La diferencia fue que el CUPREDER se permitió a sí mismo asombrarse y educarse junto a ellos, gracias a lo cual fue posible inventar nuevas propuestas y enfoques con cada comunidad con la que se trabajó este vínculo, incluida, desde luego, la primera, Santiago Xalitzintla. Las tensiones internas de un equipo que se constituye en actor, con su propia agencia y agenda, permitió un margen de trabajo insólito y las comunidades, Xalitzintla incluido, le dieron su lugar al CUPREDER, como correspondencia a sus preocupaciones e intereses. Se entregó y se recibió, se erró y corregió;  se tomó partido siempre, y eso fue fortaleza, aunque también límite.

 

Xalitzintla

Xalitzintla, un pueblo clave en la historia del CUPREDER / Imagen: CUPREDER

 

Ser universitarios, de la universidad pública, es parte de nuestra identidad como centro. La BUAP se propuso hacer extensión siguiendo los principos de la Reforma Universitaria, es decir, llevar la cultural y el conocmiento al hombre común, a los pobres y a los trabjadores, y, aunque ahora se le llame vinculación universitaria, la idea es la misma: servicios sociales, trabajo voluntario, prácticas profesionales. En los años 70 del siglo pasado la BUAP, entonces todavía no Benemérita, tomaba tierras con los campesinos de la Sierra Norte, acompañaba procesos de organización pacífica y no tanto.

Hubo errores, las agendas de partidos políticos se impusieron y parcializaron intereses, hubo botines políticos que arrebatar y la BUAP entró también a las aguas “mansas” de la educación pública neoliberal que hoy prevalece. Pero identidad es identidad, y con el trabajo hecho en Xalitzintla y otras comunidades, en el naciente CUPREDER de 1995 y en otras áreas académicas -como la Facultad de Economía con los campesinos de Tepeaca, o el hermano Centro Universitario de Participación Social (CUPS), con el cual se desplegó otro amplio aspecto del trabajo del CUPREDER en el Popocatépetl- la acción de la universidad pública hacia la sociedad, hacia el campo mexicano, se alimentó de esa historia.

25 años han pasado desde aquel impulso incial y hoy prevalece el vínculo con el territorio, el análisis, la investigación, pero también la organización, los ejes fundacionesl que permiten construir este país mejor que todos necesitamos.

 

Tesis de maestría Alejandra López García

Para leer la tesis completa de maestría de Alejandra López sobre el nacimiento del CUPREDER y su actividad en la región del Popocatépetl dar clic en esta imagen.

 

El texto sobre los primeros años del CUPREDER está tomado y adaptado de Trama y urdimbre del riesgo a desastre en una comunidad campesina: Santiago Xalitzintla, Puebla, tesis de maestría en Desarrollo Rural de Alejandra López G. UAM-X, 2011.